TEXTO: MARC MORTE
FOTOS: ELENA SENAO
Han pasado más de quinientos años desde que los judíos sefardíes fueran expulsados de la península ibérica por los reyes católicos y recalaran en el Imperio Otomano. Gracias a la tolerancia mostrada por los turcos, aún hoy esta comunidad sigue viviendo al otro lado del Mediterráneo, en Estambul, aunque se enfrenta a la progresiva desaparición de su antigua lengua: el judeo-español o ladino.
Estambul siempre ha sido lugar de confluencia de razas, lenguas y religiones, y a pesar de que los tiempos del Imperio Otomano, cuando una población multicultural convivía codo con codo, hayan quedado atrás, aún quedan pequeñas comunidades como la de los judíos sefardíes que demuestran que la convivencia pacífica es posible hoy en día. La historia de los sefardíes en el Imperio Otomano se prolonga desde hace más de cinco siglos, cuando llegaron sin nada, con el corazón roto, después de haber sido expulsados del que era su hogar, la península ibérica. Los sefardíes pronto se integraron en la vida de la capital del imperio hasta sentirse parte del lugar, como lo habían sido antiguamente de España.
Aunque han pasado cinco siglos, y la comunidad se ha reducido en gran medida debido a las migraciones del siglo XX, aún conservan gran parte de ese legado que trajeron de su vida en la península ibérica. Una de las personas que mejor conoce la historia de los sefardíes es Naim Güleryüz, vicepresidente de la Fundación Quinientos años y conservador del Museo Judío de Turquía. El museo está alojado en la Sinagoga Zulfaris, escondida en un pequeño y anónimo callejón del histórico barrio de Gálata. Las paredes rojizas de la sinagoga se ocultan tras un gran portal protegido por dos vigilantes de seguridad y varias cámaras. La sinagoga, como muchas de la ciudad, cayó en desuso a medida que la población sefardí emigraba, pero fue rescatada del olvido y utilizada para albergar el museo. Aunque el interior no sea excesivamente grande, es suficiente para explicar la historia de los judíos sefardíes desde que huyeron de España hasta el presente a través de objetos, fotografías, y textos.
Tras visitar la exposición me hacen pasar a un pequeño despacho donde me espera Naim; un hombre de edad avanzada con un aura de respetabilidad, me recibe muy cordialmente. Aunque empezamos hablando en inglés pronto cambia al judeo-español; nada más oír las primeras palabras siento como si ese acento arcaico y palabras que sólo había leído en los romances del siglo XV me envolvieran con el aroma de un libro antiguo. Empiezo preguntándole por la fundación de la que es vicepresidente: “La fundación se creó en 1992 para conmemorar el quinientos aniversario de nuestra llegada a estas tierras. En ningún caso el objetivo fue conmemorar la expulsión, lo que se quería era rendir un homenaje al pueblo turco, que nos recibió con los brazos abiertos cuando no teníamos nada, y ha sido un ejemplo de tolerancia y respeto durante estos cinco siglos”. Cuando los judíos fueron expulsados de España en 1492, el Sultán Beyazit II dio ordenes de recibir a los judíos como se merecían, y se cree que pronunció estas palabras: “El monarca católico Fernando ha sido erróneamente considerado como sabio, ya que ha empobrecido España con la expulsión de los judíos y ha enriquecido al Imperio Otomano”. Ciudades como Estambul, Salónica e Izmir, se convirtieron en importantes centros sefarditas, especialmente Salónica. Durante la Segunda Guerra Mundial Turquía se declaró neutral y se convirtió en uno de los pocos lugares seguros para los judíos. Gracias a ellos la comunidad sefardí de Estambul sobrevivió, al contrario que la de Salónica, que fue totalmente eliminada por los nazis.
A pesar de esta larga historia de tolerancia, en este último siglo la población ha disminuido a causa de las migraciones. “La diáspora se produjo en diferentes etapas”, me explica Naim. “La primera oleada fue entre el 1910 y el 1915, cuando el imperio estaba en crisis, y muchos se fueron a Estados Unidos o Cuba en busca de nuevas oportunidades. La segunda migración sucedió entre el 1947 y el 1949, tras la creación de Israel. Algunos se fueron en busca del ideal que suponía la creación de una patria judía, pero la mayoría fue por dinero, eran pobres que buscaban nuevas oportunidades, atraídos por la promesa de un hogar, tierras, trabajo,... Finalmente la última oleada se produjo en los años 70, cuando Turquía tenía muchos problemas políticos y económicos, y algunas familias adineradas emigraron a países más estables. Estos últimos emigrados son los que más han vuelto a Turquía una vez la situación se estabilizó”. Pero a pesar del dramatismo que puedan transmitir estas palabras y los números, Naim no se muestra preocupado por el futuro de la comunidad sefardí. “Sí, es cierto que la comunidad ha ido disminuyendo durante el siglo XX, pero por otro lado ha aumentado en calidad. La mayoría de los que han quedado son gente educada, profesionales reconocidos que ocupan puestos importantes. Además en los últimos años se ha estabilizado y se calcula que somos unos 20.000 en Estambul, y 2.000 más en el resto de Turquía”.
El judeo-español, un tesoro del pasadoEl tesoro más preciados de la comunidad sefardí es la que ha sido su lengua hasta el siglo XX: el judeo-español o ladino. Una de las expertas más reconocidas en este ámbito es Karen Gerson, que no sólo está trabajando para salvaguardar esta herencia, sino que además trabaja en el periódico judío Shalom. La sede del periódico está situado en el acomodado barrio de Sisli. Nada más entrar en el portal un vigilante de seguridad me pide la documentación y solicita permiso a través del walkie-talkie para dejarme pasar. Tras el exhaustivo control entro en el piso donde me hacen pasar a un despacho y me recibe Karen con una sonrisa que transmite calidez. Tal y como sucedía con Naim, habla un perfecto judeo-español, y sus palabras me traen recuerdos a las clases de literatura española cuando se leían los textos de La Celestina. Lo primero que le pregunto es por el periódico en el cual trabaja: “El Shalom es un periódico semanal con una tirada de 4.000 ejemplares. Aunque durante muchos años se publicó en judeo-español, los tiempos han cambiado y ahora está íntegramente en turco excepto por una página que sí está escrita en judeo-español. Pero sí que publicamos
El Amaneser, un suplemento mensual escrito en su totalidad en judeo-español, y donde colaboran sefardíes de todo el mundo que emigraron durante el siglo XX. Está teniendo mucho éxito, tanto por la calidad de los autores, como por la gente que lo solicita, ya no sólo en Turquía, sino en Israel, Estados Unidos o España”.
La desaparición del judeo-español de las páginas del Shalom, es sólo un ejemplo más del progresivo eclipse del ladino en la vida diaria de la comunidad sefardí. Durante siglos el idioma español formaba parte de la identidad judía en el Imperio Otomano, y así todos los que hablaban español eran considerados judíos. Todo empezó a cambiar en el siglo XIX, cuando en 1860 se fundó la primera escuela de la Alliance Israeli que tenía el objetivo de mejorar la educación de las comunidades judías atrasadas de oriente a través de la lengua francesa. El francés no tardó en penetrar en la comunidad sefardí y algunas familias lo empezaron a utilizar como lengua del día a día, pero uno de sus logros fue la introducción del alfabeto latino en sustitución del alfabeto rashi, un conjunto de letras hebreas adaptadas para utilizar como alfabeto del judeo-español, que venía utilizándose desde la presencia judía en la península ibérica. Pero el golpe definitivo para el judeo-español llegó con la creación de la República de Turquía en 1923, cuando se instauró un sistema de enseñanza a la europea, con el turco como lengua oficial del estado, y obligatoria en el colegio y universidad. Desde entonces las nuevas generaciones han ido tomando el turco como idioma propio, dejando el judeo-español para los ancianos y los estudiosos.
Cuando le pregunto a Karen por la situación del judeo-español me sorprende que se muestre tan optimista: “Estamos haciendo un gran esfuerzo para salvar la lengua, se están publicando libros en judeo-español, diccionarios, hay departamentos de judeo-español en dos universidades de Israel,... Todos los que nos dedicamos a este tema estamos en contacto para reflotar esta lengua. Además, finalmente se ha llegado a un acuerdo para establecer unas normas ortográficas que el ladino no había tenido nunca, ya que siempre había vivido de la tradición oral sin ningún tipo de normas estandarizadas. Pero aún no se ha terminado todo el trabajo, queda mucho por hacer, por ejemplo aún no se ha llegado a un acuerdo sobre los acentos, y hay autores que los utilizan y otros no. No te negaré que es una tarea ardua, las nuevas generaciones ya no lo hablan, los que emigraron hablan las lenguas de sus nuevos países, sólo algunos ancianos lo continúan utilizando en el día a día”. Desgraciadamente, y a pesar de los esfuerzos, el judeo-español está muy cerca de desaparecer y de convertirse en un resto del pasado que sólo será conservado como pieza de museo en algunas publicaciones. “El judeo-español es un fósil viviente” continua Karen, “como un animal de la prehistoria que no ha evolucionado, es una fotografía viva del idioma en el siglo XV y sería un crimen que un tesoro así se perdiera. Es nuestra herencia cultural, la lengua de nuestros antepasados, y lo único que pudieron llevarse de España antes de ser expulsados hace más de cinco siglos”. Antes de despedirse Karen me pone una preciosa y melódica canción en judeo-español. La música y las palabras infunden una inusitada melancolía en el ánimo, como si de ellas se desprendiera una tristeza impregnada en lo más profundo del alma. Cuando le preguntó por los autores, Karen me sonríe: “Es un grupo llamado Los
Pasharos Sefardíes, del cual soy cantante. Ya llevamos editados siete discos, y rescatamos canciones de nuestros antepasados que habían caído en el olvido o que escuchábamos de pequeños. Esta que has oído es de influencias occidentales, pero también tenemos discos que son completamente orientales, la herencia de más de cinco siglos en estas tierras”.
El Gran RabinoTras varias llamadas y comprobaciones de pasaporte consigo acordar una cita con el Gran Rabino Isaak Haleva. El Rabinato, situado en un noble edificio de piedra del siglo XIX, se halla escondido en las callejuelas del antiguo barrio de Pera, y protegido por varios policías y vigilantes de seguridad. Para entrar en el lugar, comprueban que efectivamente tengo cita, estudian el pasaporte y me hacen pasar bajo un detector de metales. Desde los atentados del 2003 con bombas en varias sinagogas, la seguridad en todos los lugares con presencia judía se ha incrementado y están vigilados por cámaras y guardias de seguridad.
Tras subir al último piso y esperar unos minutos junto al que parece su secretario, que me instruye sobre la entrevista y me prohíbe hacerle preguntas políticas al Gran Rabino, finalmente me hacen pasar a su despacho. El Gran Rabino me espera sentado tras una gran mesa vestido con un hábito de color púrpura y me da la bienvenida en judeo-español con una sonrisa en los labios. Empiezo preguntándole por su visión particular sobre el futuro del judeo-español: “Cada vez lo habla menos gente, mi generación aún lo habla, pero la siguiente, a la que pertenecen mis hijos que tienen alrededor de 40 años, sólo son capaces de entenderlo, y mis nietos nada de nada. Nuestro idioma es ahora el turco, y así lo seguirá siendo en el futuro, es ley de vida. De hecho el judeo-español ya no lo utilizamos mucho, ni siquiera en las sinagogas. Hasta hace 25 años los sermones eran en judeo-español, pero tuvimos que cambiarlo al turco porque lo importante es estar cerca de la congregación y que entiendan nuestras palabras, y muchos ya no entendían lo que decíamos”.
Cuando le hablo de que la posibilidad de perder la lengua y las tradiciones pueda llevar a la larga a la asimilación lo niega tajantemente: “Las nuevas generaciones están volviendo a recuperar las tradiciones, cada vez van más a la sinagoga, se casan por bodas religiosas y hay un resurgimiento de todo lo judío después de algunos años de alejamiento. Obviamente primero nos sentimos turcos, y después judíos, eso está fuera de toda duda. Y por supuesto que ha habido una integración mayor desde la creación de la república, pero no asimilación, ya que eso significa perder las tradiciones y eso no está sucediendo”. A pesar de la defensa del Gran Rabino y de la vuelta a las tradiciones, la supervivencia de la comunidad sefardí está en entredicho, no sólo por la emigración y su progresivo envejecimiento, sino por las bodas entre sefardíes y turcos, que lentamente van haciendo que la población se asimile.
El Gran Rabino es la personalidad más importante dentro de la comunidad sefardí, como lo ha venido siendo desde su llegada a Estambul, aunque sus poderes hayan disminuido: “Como Gran Rabino soy el jefe de la comunidad judía en Turquía, pero así como antiguamente cada minoría controlaba sus propios individuos, eso desapareció tras la creación de la República. Además de los asuntos religiosos también tenemos un asilo, hospitales, y una escuela de primaria, donde además de enseñar en turco las asignaturas aprobadas por el gobierno, hay algunas horas a la semana de hebreo”.
Recuerdos del pasadoPara acabar el recorrido por el presente de la comunidad sefardí en Estambul decido dirigirme a uno de los asilos para judíos. El asilo está situado en una antigua escuela de la Alliance del siglo XIX, en el corazón del barrio de Gálata. Me recibe Geta Zakuto, una mujer de mediana edad, elegante y que me muestra amablemente las instalaciones: “Aquí todos los ancianos son bien recibidos, pero la mayoría son gente pobre, o que no tienen familia. Nosotros nos ocupamos de todo: ropa, comida, medicinas,... Eso sí, esto no es un centro hospitalario y no podemos tener gente que requiera esos cuidados o que ya se encuentren en grados avanzados de senilidad, por lo que cuando ya están mal los enviamos a hospitales o centros preparados para estos casos”. El asilo está limpio y reluciente, las habitaciones son acogedoras, y disponen incluso de una sinagoga. Geta nos va presentando a los ancianos que viven en el lugar. Al oír hablar español se acercan a saludarnos, y recuperan de su memoria el idioma que escucharan en su infancia. Todos recuerdan como antes el judeo-español era la lengua que utilizaban al hablar con sus familias. Una anciana llamada Esther me explica como ahora ella es la única de su familia que queda en Estambul: “Toda mi familia se fue. Mis hermanos a Israel, muchos de mis amigos a Estados Unidos,... Yo preferí quedarme junto a mi marido, esta es nuestra ciudad y nuestro país, no queríamos empezar de cero en un lugar extraño. Recuerdo como cuando mi hermano se fue me explicaba que dormían en tiendas de campaña y apenas tenían para vivir, les teníamos que enviar comida para que pudieran subsistir”. Todos me hablan de como los amigos y familiares que se fueron añoraban esta ciudad única a orillas del Bósforo que era su hogar, esta maravillosa ciudad que es Estambul. Cuando acabo de hablar con ellos, me invitan a un taller de música que hacen una vez a la semana. Varios ancianos cantan antiguas canciones sefardíes acompañados por un guitarrista que va extrayendo melancólicas notas de su instrumento.
Aunque las voces carezcan de la dulzura de la de Karen en Los Pasharos Sefardíes están cargadas de esa misma nostalgia por un tiempo que se fue, cuando la comunidad sefardí florecía y el judeo-español se escuchaba en calles y comercios. Estos ancianos son el último nexo de unión entre un tiempo que no volverá y el presente, los últimos que utilizarán el judeo-español como una lengua viva, antes de que se convierta en parte de la historia.
6 comentarios:
Hola, he quedado muy impresionada con tu artículo, y en general, con tu blog.
Soy una amante de Turquía, de Estambul, he pasado mucho tiempo alli y me he emocionado mucho con tu artículo del Ladino.
Espero poder contactar contigo e intercambiar experiencias !
Hola he estado leyendo vuestro articulo y me parece muy bueno. Aunque soy psicólogo me interesa mucho la historia en general y más la historia de España. Ultimamente estoy muy interesado en la parte sefardí de nuestra cultura y leo todo lo que pillo. Conocía la existencia de comunidades sefardies en Turquia y al articulo me ha ampliado mas la información.
Muchas gracias.
P.D: He visto tu reportaje fotografico de Chernobil y me ha emocionado mucho. Me han gustado mucho tus fotografias.
Hola, soy dominicano y me apasiona el tema sefardí, creo que la historia de hispanoamérica hubiera sido otra, si los judíos no hubieran sido expulsados de España en el 1492. La expulsión nos privó de excelentes médicos, científicos y banqueros.
buenas, soy estudiante de antropologia en la universidad de granada, me gustaria mucho hacer mi trabajo de campo sobre el tema que planteas en este blog, el futuro de la lengua sefardí. me ha ayudado mucho este articulo para comprender mejor la historia. si tuvieras algo más de información por favor contacta conmigo. un saludo. voemne@gmail.com
Tengo un amigo turco judío cuyos antepasados vivían en el sur de España antes de que fuesen expulsados. Me cuenta que su abuela cantaba una canción que dice algo así como "pajaricos volando, mi corazón llorando". He estado intentando buscar esta canción para darle una sorpresa, pero sin éxito. ¿Tenéis idea de que canción puede ser?
Puede que sea esta cancion "paxaro d'hermozura" de Psalteria
http://vagalume.uol.com.ar/psalteria/paxaro-dhermozura.html
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